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Juan Sánchez y Catalino Sánchez con el Gral. Rodríguez y señora |
"La alfarería tiene un futuro enorme si los maestros artesanos inculcan a sus hijos el amor al arte"
Héctor
Antonio Sánchez nació el 5 de marzo de 1978 en
Areguá. Su especialidad es la técnica de
la cuerda seca, que fue enseñada por primera vez en Aregua en los años 70
por Pancho Laterza. Héctor aprendió
la técnica de su papá, Juan Sánchez
y de su abuelo don Catalino Sánchez,
ambos fallecidos. También, su mamá, María
Francisca Sosa, le enseñó el oficio de la alfarería.
Actualmente Héctor vive y trabaja a unos pasos de la
casa de su mamá, ubicada en el barrio
Caacupemí. Para realizar la producción, son 4 personas de la familia
involucradas: Héctor, su mamá, su esposa y su hijastra. Héctor hace el torno,
dibuja y pinta, doña María Francisca dibuja, Feliciana González pinta y Shirley
González pinta y vende.
Su materia prima es la arcilla, pinceles y esmaltes. Los esmaltes los traía de Argentina, pero ahora por la pandemia está cerrada la frontera y tiene que conseguir los materiales en Asunción. La terminación de su trabajo depende de los esmaltes que son para una temperatura de 1020 grados.
Héctor vende sus productos en Asunción, Itauguá, Areguá, San Ignacio y otras ciudades del interior.
Dice que no ha participado en exposiciones, pues el hace venta directa y en algunas ocasiones online.
Sobre la situación económica Héctor nos cuenta “antes de la pandemia sí estaba satisfecho con mis ingresos. Por ahora es muy esporádica la venta porque no hay movimiento turístico”. Sobre el punto, Héctor hace un llamado: “Hago énfasis en que hay que promocionar y ayudar a los artesanos con asistencia RÁPIDA y NO burocráticamente”
Para Héctor “hace falta que las instituciones funcionen, que las cooperativas, bancos y o a través de los Municipios, ayuden a sus artesanos locales!!!”
Héctor dice que ninguna institución lo ayuda, pero cree que “la alfarería tiene un futuro enorme, si los maestros artesanos –molderos, torneros, pintores–, inculcan a sus hijos desde pequeños el amor al arte de la alfarería, ese es el motor que no debe parar, así tendremos buenos artesanos. También hay que hacer talleres y, porqué no, desde la escuela enseñar también”.
En relación a los jóvenes Héctor piensa que prefieren ser electricistas, chóferes, taxistas, etc.” Porque sencillamente no implica tanto compromiso. El alfarero desde que amanece hasta que oscurece trabaja porque le apasiona”.
Sobre el futuro de la alfarería Héctor es optimista y realista “siempre va haber futuro si las instituciones apoyan a sus artesanos con créditos blandos para que puedan desarrollarse y poder crecer como comerciantes; el alfarero tiene que hacer todo: producir y vender”
Héctor estima que en su barrio hay 5 alfarerías y que unas 20 personas viven del trabajo de las alfarerías. En Areguá calcula que unas mil familias viven de la alfarería.
Para terminar Héctor pide hacer más promoción y “ayudar sobre todo a los alfareros más humildes”. Insta a las Instituciones locales y nacionales a dar asistencia sin burocracia y ser más dinámicas para fortalecer el sistema de producción. Héctor nos anima, a ponerse las pilas. ¡Vamos que podemos!
Su materia prima es la arcilla, pinceles y esmaltes. Los esmaltes los traía de Argentina, pero ahora por la pandemia está cerrada la frontera y tiene que conseguir los materiales en Asunción. La terminación de su trabajo depende de los esmaltes que son para una temperatura de 1020 grados.
Héctor vende sus productos en Asunción, Itauguá, Areguá, San Ignacio y otras ciudades del interior.
Dice que no ha participado en exposiciones, pues el hace venta directa y en algunas ocasiones online.
Sobre la situación económica Héctor nos cuenta “antes de la pandemia sí estaba satisfecho con mis ingresos. Por ahora es muy esporádica la venta porque no hay movimiento turístico”. Sobre el punto, Héctor hace un llamado: “Hago énfasis en que hay que promocionar y ayudar a los artesanos con asistencia RÁPIDA y NO burocráticamente”
Para Héctor “hace falta que las instituciones funcionen, que las cooperativas, bancos y o a través de los Municipios, ayuden a sus artesanos locales!!!”
Héctor dice que ninguna institución lo ayuda, pero cree que “la alfarería tiene un futuro enorme, si los maestros artesanos –molderos, torneros, pintores–, inculcan a sus hijos desde pequeños el amor al arte de la alfarería, ese es el motor que no debe parar, así tendremos buenos artesanos. También hay que hacer talleres y, porqué no, desde la escuela enseñar también”.
En relación a los jóvenes Héctor piensa que prefieren ser electricistas, chóferes, taxistas, etc.” Porque sencillamente no implica tanto compromiso. El alfarero desde que amanece hasta que oscurece trabaja porque le apasiona”.
Sobre el futuro de la alfarería Héctor es optimista y realista “siempre va haber futuro si las instituciones apoyan a sus artesanos con créditos blandos para que puedan desarrollarse y poder crecer como comerciantes; el alfarero tiene que hacer todo: producir y vender”
Héctor estima que en su barrio hay 5 alfarerías y que unas 20 personas viven del trabajo de las alfarerías. En Areguá calcula que unas mil familias viven de la alfarería.
Para terminar Héctor pide hacer más promoción y “ayudar sobre todo a los alfareros más humildes”. Insta a las Instituciones locales y nacionales a dar asistencia sin burocracia y ser más dinámicas para fortalecer el sistema de producción. Héctor nos anima, a ponerse las pilas. ¡Vamos que podemos!
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