OGWA (Flores Balbuena) - Puerto Caballo, Chaco


Ogwa (Flores Balbuena) nació en Puerto Caballo, Chaco paraguayo, en 1937.
La etnógrafa Branislava Susnik incentivó su producción artística para documentar las costumbres y la mitología del pueblo silvícola Ishir (grupo Ebytoso - Chamacoco).
Según Ana María Spadafora, antropóloga del CONICET (Argentina): “la obra de Ogwa se destaca no solo por la creatividad con que el artista escenifica la mitología tradicional del pueblo Ishir, los paisajes chaqueños y las diversas especies animales que lo habitan, sino también por tener el mérito de ser la primera expresión plástica figurativa de un pueblo cuyas manifestaciones creativas tradicionales se cifraron en motivos abstractos y ligados a la pintura corporal. Su creciente interés por la pintura también es algo que destacar”.

Seres míticos
 
Estando ya muy enfermo, entre el 2007 y el 2008, Laurence Griffin-Vene organizó una gran muestra de sus obras en el Musée de Tessé (Le Mans, Francia).
Dejando un inmenso legado, Ogwa falleció el sábado 10 de mayo de 2008. Fue velado en el Centro Cultural de la República.

OGWA / Pintar de memoria
ADRIANA ALMADA
Ogwa no es un indígena más. Sin dejar de ser marginal, circula en ambientes culturales y hasta oficiales y diplomáticos, mientras su obra se expone -junto a expresiones de arte contemporáneo- en galerías nacionales e internacionales.
Su situación es muy especial. Muchas veces he tratado de imaginar cómo se estructura su universo personal, donde la experiencia del miedo y la humillación encuentra su contracara en el recuerdo de un mundo irrecuperable.
Ogwa es un sobreviviente. Su historia ilustra muy bien las complejas relaciones que genera el cruce, normalmente traumático, de culturas. Nació en el bosque, cerca de Bahía Negra, no sabe exactamente cuándo, y se crió en él, allí, donde los “abuelos”(1) escondían a los niños mientras cruzaban la frontera con Brasil para cambiar plumas de avestruz por víveres.

El bosque, que tanto aparece en sus relatos visuales, era un ambiente protector, pródigo en miel y frutos silvestres. Es el ambiente que conoció desde “la bolsa”(2) de su abuelo , el que lo cobijó -ya adolescente- de los aviones rasantes de la revolución del 47(3) y del que disfrutó hasta antes de “amansarse”(4).
A Ogwa siempre le dijeron que había que cuidarse de los blancos, de los paraguayos. Las anécdotas impiadosas sobran. Tan acostumbrado está a la desgracia que ya ni se inmuta al contar episodios de infancia cargados de violencia.
Un día las cosas cambiaron radicalmente en su comunidad.
Llegó una chica, Wanda, y otra señorita, Nora, de unos dieciséis o dieciocho años, y trajeron la Biblia. Ellas cantan y predican y nosotros estábamos nomás... Cuando se fueron las chicas viene el Padre. Por ejemplo, el lunes vienen las chicas y el martes viene el Padre y así va. Hasta que la chica se consiguió para su gente, para sus creyentes(5), y el Padre ya consiguió para sus católicos. Ya tenemos una iglesia de creyentes y una iglesia católica. Y nosotros tocamos las campanas pero no tenemos ropas. El padre puso una campana en el monte y dijo ‘así ustedes ya vienen cuando se toca’. Fue difícil para los abuelos… pero entonces cambió su idea. Las hermanas llegaron con una bolsa. Ellas vinieron encima de animales, burro, bicicletas... y allí la bolsa. Para nosotros la ropa y algo para que no te piquen más mosquitos. Y yo le dije a nuestro abuelo, pero él dijo no, no, no, porque esa gente viene para comernos. Ellos no sabían… Entonces las hermanas abrieron la bolsa… eran caramelos... Y agarran y nos tiran, como a las gallinas nos tiran los caramelos, y entonces pelan uno y muestran, y una dice mirá éste y come ella. Entonces los abuelos miran y comen también y allí vienen saliendo, vienen amansados, y ellos se amansan y vienen ya, pero estaban desnudos”. Era el año 49.
“Y nosotros en ese tiempo casi no teníamos nombres de paraguayos. Mi nombre, Flores Balbuena, me pusieron las hermanas. Me preguntaron qué día yo nací, y yo no sé… Y pusieron así, a cálculo nomás...”(6) .
Fueron ellas quienes lo alentaron a registrar lo que veía.

“Las hermanas dormían ahí con nosotros, con otras hermanas, y el Padre allá con otro pa’í. Las misioneras tiraban su hamaca y ellos estaban ahí curioseando y mirando qué es lo que hacen nuestros abuelos. Entonces ellos, los abuelos, sacan sus plumas, plumas para curar a los enfermos... todas son diferentes, y para escuchar lejos… y el potytac, el ‘compañero de las plumas’, lo que los shamanes usan para que pueda ponerse encima del enfermo y chupan, sacan las enfermedades, hacen un pozo y le meten ahí. Así ellos hacen, y ellos están mirando cómo es, y un día me pasan las hermanas montones de papeles con montones de lápices de colores y me dicen ‘pintá, eso que tu abuelo está haciendo vos tenés que pintar, pintá nomás’… Yo no sabía que algún día iba a vivir de esto”.

Con el tiempo Ogwa se convertiría en un valioso informante, muy apreciado por etnógrafos y antropólogos, y en incansable reproductor de escenas míticas originadas en los relatos de sus ancestros, los ishir ybytoso(7).

“¿Vos ya viste el bosque que yo hice, el bosque que vuela? -me pregunta-. El bosque vuela, quiere decir que el monte, las islas, diferentes árboles, cada árbol con su esposo, con su compañero, salieron a la tierra y eso hizo un ruido y miraron nuestros abuelos, salieron, y el bosque se fue. Y eso quedó en nuestra historia, porque dicen que van a terminar los bosques y esto ya es como algo guardado, como depositar el bosque para el futuro, y los abuelos eso querían saber, ¿para qué? ¿qué es el futuro? ¿qué es lo que tenían que ser para nosotros los tiempos nuevos?” .

Cuenta también que
cuando el bosque se fue quedaron unas lagunas grandes para nosotros; cuando yo llegué ahí estaba el palo borracho, ése que yo pinté, del que salen los peces, el palo borracho de mi edad, y cuando yo tenía mis dos hijos primeros y los llevé ahí dijeron los paraguayos ‘no, éste ya es nuestro campo’ y nosotros no podemos más llegar allí porque ya tiene alambrado.”

La palabra Ogwa se traduce como “riacho de bosque”. Así lo llamó su abuelo Guejeje, el que escuchaba a los pájaros y seguía sus indicaciones para encontrar agua durante la Guerra del Chaco, frente a un pelotón de soldados paraguayos(8). Ogwa lo recuerda con una sonrisa:
Le agarraron a mi abuelo y le pusieron una camisa verde y le llevaron los paraguayos. Se puso su gorra, encima de una mula con muchas balas, y ellos no saben qué lo que está hablando este viejo porque él no entiende ni castellano ni guaraní, pero su orientación lleva lo que hablan los pájaros, entonces les muestra ‘acá hay agua’. Y cuando no había agua él lleva al ejército y cava la sandía del monte, la sandía de la que salieron los mitos de adentro, no sé si vos ya viste, ésa que dibujé. Entonces ellos primero le ponen uno, y después dos, y después ya sale Capitán. Y le cambiaron su nombre porque era muy difícil, y le llamaron ‘Pintura’, Capitán Pintura. Él se pintaba todo. Cuando murió, los paraguayos hicieron un papel que parece trapo, es para siempre ese papel, y decía ‘Capitán Pintura, orientador de tal parte’... entiende?”

La conversación con Ogwa es fascinante. Todo lo que narra está de una u otra forma plasmado en sus dibujos. Gran conocedor de los rituales, lamenta no poder realizarlos más porque a sus hijos ya no les interesan, así que la representación de los mismos en su obra se vuelve doblemente significativo.
Monene es una historia de los antiguos, una historia de las siete mujeres chamanes. Y cuando yo hablo de mitología es anábsoro. Yo estoy recordando y pintando nomás lo grabado en mi pensamiento. Ésos son los sentidos de nuestros abuelos”.
Sin embargo, la fidelidad documental –tan necesaria a los fines científicos- aquí poco importa. Que sus historias adquieran nuevas configuraciones o se diluyan en la reiteración, no expresa sino el estado interior de quien se ha visto obligado, una y otra vez, a negociar y renegociar sus patrones identitarios.
A pesar de esto, sigue sintiendo su trabajo como algo comunitario, pues entre los indígenas lo artístico no está diferenciado de las otras esferas de la vida. No es una calidad específica ni individual. Con su hijo realiza tallas en madera que evocan animales del bosque, los temidos y los domesticados, mientras las dos nietas pintan sobre sus dibujos a lápiz y colorean en base a pequeños y simplísimos moldes de cartón que él mismo recorta para multiplicar fácilmente –reproductibilidad contemporánea- las siluetas danzarinas de los chamanes. Son ellas, incluso, quienes escriben las leyendas breves en la parte inferior de las láminas y hasta las firman, orgullosas, con el nombre de su abuelo: Flores Balbuena, Ogwa. Lo personal y lo colectivo, en nexo indisoluble.

OGWA DIXIT
“Cada pintura (corporal) que nosotros hacemos son diferentes, son para las frutas, son para los peces, son para los animales del bosque, son para las mieles de abeja … Si yo me pinto toda mi cara de negro y todo mi cuerpo está negro y yo agarro el blanco y me pongo, entonces estoy llamando a las frutas y ése es el significado de mi cuerpo, entonces yo puedo danzar con esto para que haya la fruta”.
“Mi abuelo me enseñó todo lo que yo hablo, ellos nos enseñaban una hora cada uno, se turnaban. Por ejemplo, vos sos mi abuelo y me enseñás una hora y me dejás, te vas y viene otro abuelo y nos cuenta otra historia, y después se va y viene otro, y cuando nosotros nos quedamos dormidos agarran un garrote y nos pegan para que atendamos otra vez”.


Notas
1. Los ancianos de la comunidad.
2. Bolsa tejida de fibra de caraguatá que se usan los indígenas a la espalda para transportar niños, víveres y hasta animales.
3. Guerra civil en el Paraguay.
4. Término usado por los indígenas para señalar su incorporación a la sociedad nacional.
5. Iglesia evangélica conocida como “Misión a las Nuevas Tribus”.
6. Ogwa es hijo de una ishir ybytoso, luego bautizada como Leonarda, y de un combatiente de la guerra del Chaco, desconocido.
7. Fue informante del etnomusicólogo Guillermo Sequera y del crítico de arte y antropólogo Ticio Escobar. Su abuelo Guejeje había sido informante de la antropóloga Branislava Susnik en la década del 40.
8. Inspirado en él, Ogwa dibujó “El shaman escucha todos los gritos de cada ave”.

Fuente
Escrito en Asunción, en enero de 2002. Publicado en: Adriana Almada (Ed.). Premio Jacinto Rivero. Obras premiadas y seleccionadas, Ediciones Faro para las Artes, Asunción, 2002, pp. 115-118 .

RUBÉN BALBUENA - Puerto Diana, Chaco

Nació en Puerto Diana (Chaco) en 1962. Continuando el legado de su padre, el afamado artista Ogwa (Flores Balbuena), él también incluye en sus obras la interpretación de la mitología de su pueblo, los Ishir (Ebytoso - Chamacoco). 

“Rubén no es solo pintor –cuenta Ysanne Gayet– sino que realiza unas esculturas en madera excelentes; principalmente, talla los animales del entorno de su lejana comunidad chaqueña”. Actualmente emplea acrílico y óleo sobre lienzo. 
“Aprendí con mi papá, miraba cómo él preparaba y cómo usó. Ahora que paso bastante tiempo en Areguá, ya hago de todo, trabajo en piedra, en madera –también utilizo la base de madera para cuadros– y hago pequeños murales en cerámica”, cuenta Rubén cuya familia completa se dedica a la artesanía: “las siete mujeres hacen cestería, mi hermano Silvano es tallista y mi otro hermano, Claudelino, también pinta”, explica Rubén.


BRUNO BARRÁS - Karcha Balut (Pto. 14 de Mayo), Chaco

El Cacique Bruno Barrás nació en 1947 en Karcha Balut (Puerto 14 de Mayo) sobre el Río Paraguay. Es del grupo Ebytoso de la Etnia Ishir (Chamacoco). Habla 5 idiomas: El de los ishir, de los ayoréo (ambos de la familia lingüística el zamuco), el guaraní, castellano y el alemán.
En el año 1989, con la ayuda e intervención de José Antonio Perasso, conseguimos que Bruno Barrás me realice una serie de dibujos sobre la mitología ishir ebytoso.


Determinado de que cada dibujo tuviera su explicación –como realmente se merecían, no solo por su calidad artística, sino su importancia como documentación de las  tradiciones ishir-, con su vieja maquina de escribir, José Antonio cuidadosamente me tipeó los nombres y una explicación referente a los seres mitológicos dibujados tan detalladamente por Bruno. Se puede decir que gracias a José- Antonio, tengo una valiosísima documentación y once maravillosos trabajos; dos de ellos que se puede apreciar en la exposición actual.
Ysanne GAYET

OSVALDO PITOE - Pedro P. Peña, Chaco


Nací en Pedro P. Peña y crecí al lado del río Pilcomayo. Tengo dos hermanas y cuatro hermanos. Mis padres vivían de la pesca, de las chacras en las cuales plantaban batata, poroto, maíz, mandioca, zapallo y sandía y también tenían sus ovejas, cabras, vacas y caballos. Mi padre Guillermo Pitoe se iba a veces a trabajar como albañil y peón y mi madre Felicia Gutierrez sabía hacer tejidos de lana.

Con doce años  entré en la escuela. Como la escuela quedaba lejos del lugar donde vivíamos , tuve que quedarme en el internado con las hermanas misioneras. Solo en las vacaciones de verano podía volver a mi familia. Después de tres años dejé la escuela y me fui a trabajar a Argentina.

Cuando falleció mi hermano me fui a Filadelfia (Chaco). Busqué trabajo y me quedé en Cayin o Clim, donde vivo con mi esposa Rosa Giménez y mis hijos.

Hoy tengo un empleo fijo en el Hospital de la Colonia Neuland y hago trabajos de limpieza en el jardín. Pero en mi tiempo libre sigo dibujando. Dibujando no me quedo aburrido, dibujando pienso mucho y recuerdo mi infancia al lado del Río Pilcomayo. También me gusta pintar, me encanta crear algo. 

En mis dibujos y pinturas muestro como trabajan las mujeres – cosechando frutas, buscando agua y leña – así como los hombres, como van de cacería y pesca. También cuento en mis pinturas sobre el tiempo de la diversión: de los juegos de naipes y de la lotería. Pero más importante para mí son los dibujos del carnaval, donde aparecen  nuestros abuelos y antepasados. En esta fiesta recordamos y volvemos a reunirnos con  nuestros parientes u amigos fallecidos. Dibujo la persona que aparece como yagua-yagua (tigre), que baila y salta como el tigre. Las señoras vienen bailando detrás. Otros hombres se transforman en toro-toro (toro) y aparecen con cuernos grandes, con los cuales molestan a las señoras que bailan, entonces otros enmascarados salen a atropellar al toro-toro. Aparecen también otras personas que representan cuchi-cuchi (chanchos); se ensucian en el tajamar y llenas de barro aparecen y tiran el barro con ramas a los espectadores. La Máscara con plumas blancas representa al tuyuyú (jabirú). La música de la flauta y del tambor así como los gritos acompañan el baile en el carnaval. Cuando era joven me gustaba el carnaval y me iba a bailar con la máscara de gyraque hua (águila negra). Mi máscara estaba confeccionada de chapa, revestida de papel y un trapo negro, y llevaba las plumas del águila negra.

Frecuentemente mis hijos, que están a mi lado, pintan también y dibujan juegos de niños.

Suerte que yo sé dibujar, y que a la gente le gusta mis obras y las compran. Con esto consigo algo para mantener a mi familia. Sería lindo si pudiera vivir de la veta de mis obras. Es decir, ganar así lo que necesitamos y adquirir un lote donde podamos vivir más tranquilos con  nuestros hijos.
Osvaldo Pitoe, diciembre de 2012




ASQUE EURÍDES GÓMEZ - Filadelfia, Chaco


Eurides comparte el sueño de su madre y de su padrastro Jorge, de tener una nueva casa. Dentro de esta casa le gustaría tener un espacio para poder dibujar con tranquilidad, sin que nadie le moleste. Explica: «Me gusta dibujar de mañana; de tarde no puedo, porque hay mucho viento fuerte, se ensucia el papel con el polvo. Con el sol veo bien, hago bien. Cuando no me duele la cabeza, termino pronto los dibujos, hago tres por semana. A veces hago grabados, cuando tengo ánimo, pero tengo que hacer despacio, para no cortarme con la herramienta. Me gusta trabajar con grabados». 
Eurides trabaja sobre una mesa plegable adentro de su casita, cerca de la puerta para tener luz de día. A veces, cuando hay tiempo lindo -sin viento y sin nubes- también, trabaja bajo la sombra de un árbol cercano a su casa.
Asque Eurides Gómez es Nivaclé. Nació el 12 de octubre de 1977 en Filadelfia, Chaco. Cuando Eurides tenía 7 años, se mudó con su abuelo, quien le crió, a Cayin ó Clim. Cursó la escuela hasta el sexto grado. Actualmente vive con su mamá, su padrastro Jorge, sus dos hermanas y sus sobrinos en Cayin ó Clim.
Eurides relata: «Yo solía mirar a mi padrastro Jorge cuando dibujaba y también le ayudaba a rellenar las figuras con bolígrafo. Así empecé a dibujar también. Suerte que escuché las historias de mi abuelo y de mi mamá, de la vida de mis antepasados. 

Mi mamá me motiva, a veces ella me ayuda a decidir qué debo dibujar, me ayuda a recordar las historias que contaba mi abuelo. Seguí y me gusta dibujar. Yo muestro mis dibujos a mi familia, a mis sobrinos y les enseño para que no dejen de vivir como vivimos los Nivaclé, les enseño a través de mis dibujos. Quiero que la gente sepa cómo vivimos hoy, cómo viven los 'nuevos' -los jóvenes-, cómo estamos ahora y cómo vivíamos antes, para recordar el tiempo de mi abuelo. Más me gusta dibujar el baile, la siembra y la pesca. Primero pienso cómo vivimos, cómo buscamos chanchos o iguanas o miel en el monte. Tengo que pensar cómo voy a dibujar y así pienso en las historias de mi mamá y de mi abuelo. También recuerdo el trabajo que yo hacía antes, trabajo pesado como carpir en las plantaciones de algodón y de maní, como jardinero, ayudante de albañil y en lechería».
La venta de sus dibujos le permite a Eurides compartir algo de comida con su familia. Su deseo: «Quiero que la gente me recuerde -muchos me agradecen por mi trabajo- así como yo agradezco a los que compran mis dibujos».

ESTEBAN KLASSEN - Yiclócat, Chaco

Esteban sueña comprar un medio de transporte, una motocicleta, para ir a vender sus dibujos. También le hace falta un lugar de trabajo mejor equipado, con una mesa y dos sillas y, algún día, una casa mejor, un poco más grande. Esteban vive en una casita de ladrillo de 2 por 3 metros, que apenas da lugar para un colchón y unas tablas sobre unos troncos que hacen de mesa de trabajo. Para sentarse, usa un balde. Su sueño es «dibujar, trabajar bien». Se siente bien cuando dibuja, le gusta dibujar. Actualmente vive de su arte, aunque le gustaría ganar más por sus dibujos, porque ahora le alcanza apenas para comprar comida para él y sus familiares.

Esteban Klassen es Nivaclé. Nació en el año 1969 en Yiclócat, un barrio obrero cerca de la aldea menonita Sandhorst de la colonia Neuland (a unos 20 km del centro de la colonia Neuland), donde reside hasta la actualidad. Su padre trabajaba para un patrón menonita de apellido Klassen, del cual adoptó este apellido como suyo. Esteban cursó la escuela primaria hasta el tercer grado. Desde joven Esteban solía hacer tallas de palosanto. Vendiendo sus obras de palosanto, se enteró que otros Nivaclé vendían dibujos y pinturas, lo que le animó a dibujar también. Elabora dibujos desde hace cuatro años. Primero empezó a dibujar chanchos, luego tigres y después ratones. Se inspira mirando el monte -lo que él llama «estudiar»-; estuvo mirando y observando muchos años antes de empezar a dibujar.

CLEMENTE JULIUZ - Colonia 2 de Campo Alegre, Chaco


Clemente sueña hacer pinturas en superficies grandes, como en tablas grandes o letreros y paredes. Actualmente dibuja y pinta sobre una precaria mesita o una tablita en su regazo, sentado en una silla afuera de su casa. Para hacer grabados de madera necesitaría una mesa de trabajo más grande. La ganancia de la venta de su arte solo le alcanza para la alimentación de su familia. Le gustaría ganar más, especialmente para poder mandar a sus hijos a la escuela. 
Clemente Juliuz es Nivaclé y nació en 1972, en Colonia 2 de Campo Alegre. Cursó la escuela básica hasta el octavo grado en Campo Alegre y dos años en el colegio de Yalve Sanga. Por falta de recursos económicos no pudo terminar el Nivel Medio y empezó a trabajar en la cooperativa de su comunidad. Clemente está casado y es padre de una hija de 16 años y dos hijos, de 14 y 12 años. Consiguió una casa de ladrillo con tres habitaciones pequeñas, construida por el proyecto gubernamental Senavitat. En su casa vive, además, el tío de su esposa.

Clemente cuenta: «Me gustaba dibujar desde chiquitito, siempre jugamos en la casa, dibujando en la pared, practicaba hasta que me salía bien. Recuerdo bien que dibujé un soldado que pisa una sandía. Escuché que hay gente que vende sus dibujos y que ganan algo con eso e intenté también. Me gusta dibujar y pintar animales, insectos, hojas del monte y flores. Sale de mi imaginación, del monte y del medio ambiente. Tengo más de miles de pensamientos, si me sale, pero es difícil, especialmente captar los diferentes tonos de colores que se observan en el monte. Observo y busco en el campo; con mis hijos agarramos los insectos, miramos bien juntos y luego dibujo. Enseño también a mis hijos, a mi hijo menor le gusta dibujar».
Según Clemente, sus dibujos llevan el siguiente mensaje: «Que pare la deforestación, ya es suficiente, porque ya casi no hay más monte. Los animales no tienen más adónde ir.No soy el único que está mirando el monte, casi no hay más bosques y flores, y los insectos, como las abejas, ¿de dónde van a conseguir la miel? Es muy importante, los blancos tienen que pensar también».
Añade: «Me gustaría que me conozca la gente y que siga comprando mis obras. Es como una colaboración para nosotros».

MARCOS ORTÍZ - Chaco`i, Chaco

Marcos sueña tener una mejor casa para poder trabajar adentro. Ahora trabaja bajo la sombra de un árbol o al lado de la pared de su casita. Su casa actual es pequeña y una parte está formada solamente de postes con carpas y telas. Su mesa de trabajo consiste en un taburete de hierro con una tablita encima, cuenta con apenas una silla. Le hace falta una mesa de trabajo.

Marcos Ortiz es Nivaclé. Nació en el año 1952 en Chaco'i, cerca de Villa Hayes. Sus padres, originarios del río Pilcomayo, estaban de visita con sus parientes Maka en Chaco'i, tiempo en que nació Marcos, el segundo de siete hijos. Marcos pasó su niñez entre los Maká, asistiendo a las primeras clases escolares en una escuela misionera. 
Cuando Marcos tenía unos 10 años, su familia volvió al Chaco central. En la escuela de Yalve Sanga terminó el sexto grado y después se desempeñó como jornalero. 
Al casarse se mudó a Yíclócat, donde llegó a conocer a un escultor Wichi que le enseñó a tallar animalitos de palo santo. Sus animales preferidos son los chanchos silvestres. Con sus tallas ganó un premio en un concurso navideño del Bosque de Hermann Guggiari, lo que le animó a seguir tallando figuras hasta la actualidad. Su pariente Esteban le motivó a dibujar sus animales preferidos y así empezó a dibujar hace un año.
A Marcos le gusta dibujar para quienes aprecian sus dibujos. Le encanta dibujar animales, especialmente chanchos silvestres -los tagua- y zorrillos. 

Cuenta: «Primero estudio, despacio pienso qué quiero trabajar. Hay muchas cosas en mi mente, primero veo un chancho y después otros animales. Después, cuando ya sé lo que voy a dibujar, termino más pronto. El monte es lo más difícil de dibujar, por las hojas. Primero dibujo los animales, después el monte y al último, el pasto. Trazo las líneas primero con lápiz y después pinto con el bolígrafo. Los zorrillos tengo que pasar dos veces con el bolígrafo para que queden bien negros. Termino un dibujo en dos días, si trabajo bien». 
Se inspira en el medio ambiente, en los árboles de su patio -en sus ramas y hojas, cuando la luz pasa a través de ellas- y en el campo cercano a su casa. A veces se va al monte para observar las formas de los árboles y arbustos.
Marcos dibuja para ganar su sustento diario, pero su ganancia solo cubre los víveres más básicos; para la carne, por ejemplo, ya no le alcanza. Desearía ganar más para mejorar sus condiciones de vida. 

JORGE CAREMA - Pedro P. Peña, Chaco

Jorge desearía tener una nueva casa, con suficiente espacio para toda su familia. También le hace falta un aljibe para asegurar el abastecimiento de agua potable para el uso familiar. Actualmente hay dos construcciones de ladrillo, de una habitación cada una, en las cuales duermen todos los miembros de su familia. 
Sus dibujos los hace en una mesa plegable, que comparte con su hijastro Eurides, quien también dibuja. Dependiendo del tiempo, trabaja adentro de la casa o bajo la sombra de un algarrobo en su patio.

Jorge Carema es Guaraní. Nació en 1967 en Pedro P. Peña. Desde el año 1987 vive en Cayin ó Clim, donde sigue viviendo con su esposa Samiche Celsa Gómez, sus hijos y sus nietos. Es el padrastro de Asque Eurides Gómez.
Jorge trabaja como tractorista para un patrón menonita. Por su trabajo en estancias lejanas suele ausentarse de su casa durante dos o tres semanas. Es un trabajo pesado y Jorge se esfuerza mucho para ganar el sustento de su familia numerosa. En su tiempo libre, cuando está en su casa, dibuja con bolígrafo y talla máscaras del carnaval guaraní para vender. Su arte le proporciona un pequeño ingreso adicional.
Sus motivos preferidos son la pesca y la huerta. Jorge indica: «Yo dibujo eso porque es nuestra forma de vivir. Me gusta dibujar. Nunca voy a olvidar la vida de mis antepasados. Yo era pescador también». 

ROMERO CÁCERES - Yiclócat, Chaco

El sueño de Romero es que otras personas compren sus dibujos, para que él pueda vender más y así conseguir lo que necesita. Una mesa y una silla es lo más urgente que necesita, también un cajón para guardar sus papeles y herramientas. Sueña tener algún día una casa de ladrillo. Su casa en Campo Ampu es muy precaria, de postes y carpas. También le falta un aljibe para tener agua potable. 

Romero es de origen Nivaclé. Nació en Yiclócat en el año 1981. Cursó cinco años de escuela primaria en Yalve Sanga, después cursó hasta el octavo grado en la escuela de Yíclócat, Hace cuatro años se casó con su esposa, originaria de la comunidad Campo Ampu, que se localiza a unos 200 km de distancia del centro de la colonia Neuland. Hace dos años (2013) se mudó con su esposa a Campo Ampu, donde cría cabras (tiene tres). A veces trabaja en limpieza de alambrados en las estancias cercanas.
Desde los 14 años, Romero empezó a tallar palosanto, lo que aprendió de su padre. Talla cubiertos de palosanto. Romero empezó a dibujar hace un año. Miraba a su tío Esteban, quien le animó a intentar también. Visita su comunidad de origen Yiclócat aproximadamente cada dos meses y aprovecha esta ocasión para vender sus dibujos y también a veces sus cubiertos de palosanto.

Romero señala: «Antes de hacer un dibujo, miro primero el campo, después pienso un rato y formo un dibujo. Dibujo animales porque me gustan. Cuando a alguien le gusta un animal, lo trata como su dueño. Quisiera contar a la gente, para que pueda vender más dibujos y así continuar dibujando. Dibujar me gusta más que cualquier otro trabajo. Cuando hago un dibujo me pongo contento, me hace feliz, si me sale enseguida».